Ahora tú ya conoces a don Conrado, ese hombre de cabeza blanca y sonrisa simpática, tan amable y cariñoso, así que no necesito introducirlo contigo, pero tal vez te agrade saber cuando se inició su amistad con tu papá:
Pues te decía que nuestro Doctor Toriz, el que lo salvó de la Salmonella y de aquella locura temporal, de la que hablaba tu primo Tristán en su blog, continuó frecuentándolo, y hace algunos años le dio una gran oportunidad de hacer negocios en su rancho; Se lo entregó en administración o renta, no se bien.
Nacho amaba el rancho del doctor, me decía: Parece el Paraíso Leticia, son kilómetros de playa y limonares, bajo un cielo y un mar igual de azules y brillantes.
Majahual se llama el rancho de limones y tu papá le dedicó unos meses de su vida, meses que pudieron ser en soledad, pero los compartió con Don Conrado, a quien tengo que buscar un día de estos, pues es mucho lo que Nacho y él deben haber conversado, sentados por la noche, sin nada mejor que hacer, que escuchar los nocturnos sonidos del campo, mientras aspiraban el perfume de los limoneros y les acariciaba el retumbo de las olas ¡Y que decir de esos cielos tachonados, sin más luz que la propia!
Don Conrado, orgullosamente, me dijo alguna vez, que el tema de conversación nunca era el mismo; que él y Nacho se entendían perfectamente, y que Nacho era un sabio. Deben haberse entendido. La soledad de dos en compañia, propicia la reflexión y el diálogo, y si, tu papá siempre tuvo fama por su inteligencia, además era un ser reflexivo, es por eso que el dolor de su pérdida no tiene medida.
Pues te decía que nuestro Doctor Toriz, el que lo salvó de la Salmonella y de aquella locura temporal, de la que hablaba tu primo Tristán en su blog, continuó frecuentándolo, y hace algunos años le dio una gran oportunidad de hacer negocios en su rancho; Se lo entregó en administración o renta, no se bien.
Nacho amaba el rancho del doctor, me decía: Parece el Paraíso Leticia, son kilómetros de playa y limonares, bajo un cielo y un mar igual de azules y brillantes.
Majahual se llama el rancho de limones y tu papá le dedicó unos meses de su vida, meses que pudieron ser en soledad, pero los compartió con Don Conrado, a quien tengo que buscar un día de estos, pues es mucho lo que Nacho y él deben haber conversado, sentados por la noche, sin nada mejor que hacer, que escuchar los nocturnos sonidos del campo, mientras aspiraban el perfume de los limoneros y les acariciaba el retumbo de las olas ¡Y que decir de esos cielos tachonados, sin más luz que la propia!
Don Conrado, orgullosamente, me dijo alguna vez, que el tema de conversación nunca era el mismo; que él y Nacho se entendían perfectamente, y que Nacho era un sabio. Deben haberse entendido. La soledad de dos en compañia, propicia la reflexión y el diálogo, y si, tu papá siempre tuvo fama por su inteligencia, además era un ser reflexivo, es por eso que el dolor de su pérdida no tiene medida.
Ya te dije que Don Conrado también estuvo a su servicio de manera total cuando Nacho estuvo allá encerrado. Y yo se bien que lo quería entrañablemente, creo que tú también debes buscarlo, porque debe tener muchas cosas que contarte.