Creí que los caracoles empezaron a gustarme porque eran mar. Hoy se que no es así, hay más que nos une. Los caracoles me hacen pensar en Dios. ¿Sabes que existen caracoles tan pequeños, que necesitas una lente de aumento para verlos? Son del tamaño de un grano de arena. Pasan inadvertidos para la mayoría de las personas. Yo los descubrí diminutos, perdidos entre la arena. Al verlos me sorprendieron. Son hermosos sin que importe su tamaño. Desde su principio ya son lo que van a ser. Se encierran para crecer y van construyendo alrededor de sí mismos pasadizos y recovecos. Un dédalo tan intrincado y eterno como el transcurrir de un día sobre el anterior.
Si ahora te preguntas como logré ver sus laberintos, me descubriste. Pues sucede que un día superé mi temor y recogí un caracol fragmentado, así conocí su interior. Aunque era bello, al cobijarlo entre mis manos miré sus entrañas y sentí dolor cuando pensé —Qué difícil será crecer dentro de este esqueleto tan bonito y al mismo tiempo tan duro y que triste, que triste, que ahora esté destruido—. A renglón seguido me pregunté —¿Por qué tienen que romperse?—.
Creo que ahora lo entiendo y doy gracias de que existan conchas rotas y fragmentos de caracol. Mirar su entraña me dijo que soy mujer-caracol porque he guardado mucho, porque he vivido hacia dentro. Porque mi vida es una espiral ascendente que va de adentro hacia afuera y hacia arriba, permitiendo salir lo oculto, en el momento preciso. El oído de Dios es para mí caracol que se inclina con blandura para recibir los ecos que surgen de mi espiral. Desde ahí me asigna la misión: fluir.
No importa si lo que fluye es tan simple como lo que ahora escribo. Escribo lo que tengo que escribir y punto. Cada profeta debe ser consciente en humildad de su tamaño. Yo nací para contarte las cosas cotidianas, para construir dentro de mí, reconstruyendo lo que desde el principio ya era. Nada que yo diga puede cambiar eso. Puede cambiar lo externo, pero lo esencial viaja conmigo. Por eso tantos caracoles, por eso tantos caminos. Para que lo entienda.
Si ahora te preguntas como logré ver sus laberintos, me descubriste. Pues sucede que un día superé mi temor y recogí un caracol fragmentado, así conocí su interior. Aunque era bello, al cobijarlo entre mis manos miré sus entrañas y sentí dolor cuando pensé —Qué difícil será crecer dentro de este esqueleto tan bonito y al mismo tiempo tan duro y que triste, que triste, que ahora esté destruido—. A renglón seguido me pregunté —¿Por qué tienen que romperse?—.
Creo que ahora lo entiendo y doy gracias de que existan conchas rotas y fragmentos de caracol. Mirar su entraña me dijo que soy mujer-caracol porque he guardado mucho, porque he vivido hacia dentro. Porque mi vida es una espiral ascendente que va de adentro hacia afuera y hacia arriba, permitiendo salir lo oculto, en el momento preciso. El oído de Dios es para mí caracol que se inclina con blandura para recibir los ecos que surgen de mi espiral. Desde ahí me asigna la misión: fluir.
No importa si lo que fluye es tan simple como lo que ahora escribo. Escribo lo que tengo que escribir y punto. Cada profeta debe ser consciente en humildad de su tamaño. Yo nací para contarte las cosas cotidianas, para construir dentro de mí, reconstruyendo lo que desde el principio ya era. Nada que yo diga puede cambiar eso. Puede cambiar lo externo, pero lo esencial viaja conmigo. Por eso tantos caracoles, por eso tantos caminos. Para que lo entienda.
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Este post y varios más se quedaron preparados desde antes de mi operación. Al regreso, pensé que debía escribir algo distinto, pero releyéndolos me di cuenta que cada fragmento era el especial para el día, así de afortunada soy para los regalos Providenciales.
Por otra parte, para mí era mucho, pero mucho más importante responder a cada uno de sus mensajes, que escribir algo distinto aquí. Gracias por la puerta que han abierto a mis días. Gracias por leerme también.
10 comentarios:
Ay Andreas, si supiera la lucha permanente que sostengo contra la soberbia, uno de mis pecados capitales. Lucho tanto que a veces logro parecer humilde, y en cuanto me doy cuenta de ello, he perdido nuevamente la partida. Saludos desde la alegría de su visita.
Lety querida: Me alegra saber que estás bien. Ya luego me contarás como estuvo todo y esas cosas. Me moría de ganas de ir a visitarte en estas vacaciones, pero mi plan empieza a hacer agua. De todas maneras te dejo un beso, niña caracol.
Espero que tenga una franca y pronta mejoría. Los caracoles son animalitos muy sabios que caminan entre la arena buscando un mundo mejor y que muchos de nosotros deberìamo imitarlos.
Bienvenida!
Maria Luisa:
POr favor no dejes que se hunda el barco de tus vacaciones, hace mucho que no te veo, tu casa con alma te espera y quiere recibirte. Te quiero.
fgiucich:
Gracias en verdad por su gentileza. Y no sólo eso, son capaces de construir un mundo maravilloso a su alrededor donde se encierran para reflexionar y crecer al amparo de sus meditaciones.
Tengo un termino tomado de un libro, el punto nodal, estos puntos podría considerarlos los momentos más trascendentes, bajos o altos, lo interesante es describirse antes y ver esa descripción después.
Creo que es lo que pasa con el texto que has hecho, es como una pena, cierto tal vez no era grave pero es un momento que trasciende porque uno hace un recuento de varias cosas, y que bueno que no lo dejaste guardado y que ahora que lo veas, experimentes un poco de lo que sentías antes de desaparecer por un momento.
Saludos
Sí sí. Es cierto. Esta señora encontró el reducto más pequeñito de los caracoles en la playa de Santa Cruz, en Huatulco. Yo todavía pienso si esos caracolitos eran apenas la espiral de un comienzo que no acabó, o que sí acabó, pero espiralándose al gusto de la reverenda gana de su nueva propietaria, y qué bueno.
Lety>>>
co co cómo que te operaron. desde brasil de pasadita me entero.
Besitos
te llamo llegando
Silencio:
Aquí hay otro comentario sin respuesta, pero no sin agradecimiento.
Por supuesto que lo leí, incapaz de responder en ese momento. Dices bien, algo de lo que más disfruto es la recreación, de los momentos trascedentales de mi vida, aquellos en que menos he sido, porque son lo que han hecho de mi lo que ahora soy, por haber agotado su reflexion. Hoy es el momento de compartirlos,
Tristán:
Gracias por hacer de anfitrion en estos días y atender a silencio y su gentil comentario.
Dices bien, debo mucho a esos caracolitos de Huatulco, sobre todo la conciencia de que debemos ser espiral, jamás círculo. Y que mejor que ser una espiral ascendente. En ese trabajo estoy. Ahora que no me fui, me entero de que aún no lo consigo. Por eso los "nuevos días"
Querida Raquel:
Ya no tiene sentido esta respuesta, porque hemos gozado mucho más juntas que el simple saberme viva.
Gracias por esta presentación en Oaxaca.
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