Mi adorada Mujercita:
Necesito aclarar contigo esta situación. Cada día te noto más fría, más despegada de mí.
En el pasado, y no hace tanto tiempo todavía, cuando viajaba por un mes a la costa, para realizar mi cobranza del café, desde días antes de mi viaje, se esparcía por toda la casa, el aroma de los pastelillos de naranja que horneabas para mí.
Me enternecía verte discutir con los ahijados, para que no te escamotearan alguno, diciéndoles que su padrino tenía que viajar a lugares donde no encontraría pan, y que por esa razón, todos eran para él.
Te preocupaba el que yo resintiera la falta de alimentos, en esos pueblos olvidados de la mano de Dios. Ponías gran cuidado en que llevara medicamentos básicos y algún bálsamo para aliviar mis dolores por los días de montar a caballo o por mis caminatas entre los cafetales, bajo la lluvia o el inclemente sol.
A todas mis compras me acompañabas, y eras tú quien empacaba cuidadosamente cada pieza del equipaje. En cada uno de tus actos, denotabas amor.
Todo ha cambiado.
Hace tiempo que no te preocupa, ni qué me llevo, ni cuánto tiempo me voy.
Es cierto que mis negocios van de mal en peor. Es cierto que he sido engañado por esos productores, que no cumplen con entregarme el grano, que pagué por adelantado, y con eso he puesto en riesgo tu casa. Esto me preocupa, pero soy capaz de solucionarlo, lo que no puedo solucionar es tu desamor.
Desde que entraste en mi vida, tú has sido mi fuerza y mi motivación. Si tú fueras la misma, yo pondría mi cabeza en los negocios, pero así, no puedo ni siquiera pensar.
Se que tu deseo es no remover el pasado, ni hablar de esto, pero debo mencionarlo aunque provoque tu enojo; que sepas que ni siquiera cuando murió nuestro único hijo, el único que Dios nos concedió, me sentí tan dolorido como me siento hoy.
Será que en medio de aquella terrible pena, aunque en el primer momento quisiste cerrarte a todo, después te refugiaste en mí como una niña. Yo entendí que para no hundirte en la desesperación, deseabas tener a los ahijados contigo y quise darte ese gusto. Fueron sus risas, las que te permitieron volver a vivir.
Fue entonces que te construí esta casa, con habitaciones suficientes para ellos, porque para mí, lo más importante es tu felicidad.
Necesito aclarar contigo esta situación. Cada día te noto más fría, más despegada de mí.
En el pasado, y no hace tanto tiempo todavía, cuando viajaba por un mes a la costa, para realizar mi cobranza del café, desde días antes de mi viaje, se esparcía por toda la casa, el aroma de los pastelillos de naranja que horneabas para mí.
Me enternecía verte discutir con los ahijados, para que no te escamotearan alguno, diciéndoles que su padrino tenía que viajar a lugares donde no encontraría pan, y que por esa razón, todos eran para él.
Te preocupaba el que yo resintiera la falta de alimentos, en esos pueblos olvidados de la mano de Dios. Ponías gran cuidado en que llevara medicamentos básicos y algún bálsamo para aliviar mis dolores por los días de montar a caballo o por mis caminatas entre los cafetales, bajo la lluvia o el inclemente sol.
A todas mis compras me acompañabas, y eras tú quien empacaba cuidadosamente cada pieza del equipaje. En cada uno de tus actos, denotabas amor.
Todo ha cambiado.
Hace tiempo que no te preocupa, ni qué me llevo, ni cuánto tiempo me voy.
Es cierto que mis negocios van de mal en peor. Es cierto que he sido engañado por esos productores, que no cumplen con entregarme el grano, que pagué por adelantado, y con eso he puesto en riesgo tu casa. Esto me preocupa, pero soy capaz de solucionarlo, lo que no puedo solucionar es tu desamor.
Desde que entraste en mi vida, tú has sido mi fuerza y mi motivación. Si tú fueras la misma, yo pondría mi cabeza en los negocios, pero así, no puedo ni siquiera pensar.
Se que tu deseo es no remover el pasado, ni hablar de esto, pero debo mencionarlo aunque provoque tu enojo; que sepas que ni siquiera cuando murió nuestro único hijo, el único que Dios nos concedió, me sentí tan dolorido como me siento hoy.
Será que en medio de aquella terrible pena, aunque en el primer momento quisiste cerrarte a todo, después te refugiaste en mí como una niña. Yo entendí que para no hundirte en la desesperación, deseabas tener a los ahijados contigo y quise darte ese gusto. Fueron sus risas, las que te permitieron volver a vivir.
Fue entonces que te construí esta casa, con habitaciones suficientes para ellos, porque para mí, lo más importante es tu felicidad.
Los ahijados me roban mucho de tu tiempo y de tu compañía, pero nunca me he quejado. También han llegado a ser mis hijos, porque gracias a ellos tienes un poco de alegría.
Por amor, siempre he hecho tu voluntad; en mi casa y en mi vida, has sido la reina y el eje rector. Ahora se que también eres mi fuerza. Si no te tengo a ti, no tengo aliciente que me permita luchar y vencer.
Ya no somos jóvenes; la vejez se acerca a grandes pasos, pero cuando vuelvo a casa, aún tengo la necesidad de arrimar mi cuerpo cansado junto al tuyo, deseo sentir tu calor, tu mano suave que se apoya sobre mi pecho y descansa sobre él.
Sin embargo, esos momentos de intimidad, ya sólo forman parte de mis recuerdos. Cuando me acerco, tú te retiras y eso me descorazona de tal forma, que no puedo pensar en soluciones para mis negocios.
Por favor mi reina, no me dejes sólo.
No intentaré en este momento dialogar contigo, porque conozco tu carácter y resultaría contraproducente. Hace meses que ni siquiera me hablas, sólo respondes con monosílabos, a mis intentos de entablar una conversación.
Voy a dejarte esta carta sobre la almohada, vendré a acostarme tarde, para darte tiempo a pensar.
Si cuando llegue a la cama, tu actitud es la misma, arreglaré mis cosas y me volveré a la costa sin molestarte más.
Si esto sucede quiero que sepas que me iré con el corazón destrozado, porque se acerca nuestro cuarenta aniversario, mi dulce amor.
Sin embargo, esos momentos de intimidad, ya sólo forman parte de mis recuerdos. Cuando me acerco, tú te retiras y eso me descorazona de tal forma, que no puedo pensar en soluciones para mis negocios.
Por favor mi reina, no me dejes sólo.
No intentaré en este momento dialogar contigo, porque conozco tu carácter y resultaría contraproducente. Hace meses que ni siquiera me hablas, sólo respondes con monosílabos, a mis intentos de entablar una conversación.
Voy a dejarte esta carta sobre la almohada, vendré a acostarme tarde, para darte tiempo a pensar.
Si cuando llegue a la cama, tu actitud es la misma, arreglaré mis cosas y me volveré a la costa sin molestarte más.
Si esto sucede quiero que sepas que me iré con el corazón destrozado, porque se acerca nuestro cuarenta aniversario, mi dulce amor.
12 comentarios:
Uff, luego de 40 años.... oajlá ella se enternezca :)
...qué lindo...palabras sabias llenas de amor de un hombre grande...
Precisamente yo espero envejecer con alguien...y le hable todos los días como el primer día...
..que dirá la vida?
las cartas son siempre un puente..que pasará con ella cuando trduzca esas letras desde el corazón..que pasará? Estaré atenta..Un abrazo para ti con mucho cariño Michelle
tanto tiempo!...
Dioses, a veces el paso de esos ires y venires quizá da la pauta para poder hablar de otra manera.
Oh, el tiempo pasa...
Y no te puedo olvidar...! lalalala
Cuarenta años juntos!!!! Y la quiere como antes!!!Que bello!! , pero talvés . . . mmmmm . . . Bueno! mejor espero la segunda parte: Gracias LEty, por todo y muchos besos!
Pena me dio esa persona,despues de 40 años, el dinero rompio el amor, o eso he entendido y es que, cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana.
Mil besos.
... sin duda alguna, una carta sincera deseando un buen fin, aunque parece, que con el final abierto, sencillamente cada quien gusta de loq ue despues sucede.
Agradable.
Saludos
El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra
A pesar del tema, del dolor porque las cosas cambian, lo que puede hacer el dinero en una larga relación, a pesar de todo ello, leer esta carta de amor me produce una sensación de volver al pasado, cuando los sentimientos se volcaban en papel y tinta. Una carta para ser guardada. Abrazos.
Después de cuarenta años de unión, cambian tantas cosas.
Falta de comunicación en vez de escrir una carta sr. hable de frente mire a los ojos y descubra a la mujer que tanto quiere, quiza sea menos doloroso.
Un gusto leerte.
Lety:
que dolorosa historia. Sé que la realidad supera en estos casos las ficciones, pero estoy en momentos donde incluso estas ficciones duelen.
Ojala a mis cuarenta llegue con alguien que tenga la grandeza de este hombre y el amor.
Besos
Muchas cosas pasan en cuarenta años, pérdidas y ganancias. ¿Quién puede condenar la distancia? Pero, en efecto, las palabras usualmente construyen buenos puentes.
Me gustan mucho tus relatos, mi Lety. Te dejo un besito.
Creo redescubrir a "la señora" en estas líneas... Sólo tú sabes el dolor que ella y ese hombre pasaron, y si el amor volvió a reunirlos al final.
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