A esa tarde de plenitud siguió una noticia fantástica.
Este martes me avisaron que debía recoger personalmente los últimos resultados de laboratorio. El médico responsable salió para entregarlos en propia mano y decirme: —En mi opinión el oncólogo debió esperar por estos resultados y no basarse únicamente en la biopsia, para establecer con certeza el diagnóstico de Linfoma. Es urgente que le suspendan la quimioterapia, porque usted no tiene cáncer señora—.
El resto de la tarde lo pasé con el médico del IMSS, y también con el médico particular, fui de uno al otro y ambos confirmaron la buena nueva. No más quimios, no más Don Linfoma, no más nada.
También me sentí en la obligación de llamar a las pocas personas a quienes de manera personal les había comunicado mis malas nuevas, me sentía avergonzada, como si la culpable de tanto error fuera yo. También me sentía desagradecida con Dios, porque no podía estallar mi alegría.
Las horas volaron entre llamada y llamada. Al siguiente día viajaba a Puebla para leer en la presentación que organizó Raquel para la obra de Marina Sábato. Me acompañaban mi marido, nuestro benjamín y cuatro amigas que compartieron gastos con nosotros para ayudarnos y también para conocer a la virgen de Chignahuapan.
Su alegría y la de Raquel y Marina, hizo al fin germinar, la semilla de la paz en mi sacudido corazón.
Ellos me contagiaron, porque había estado sin piso, mareada, como vacía. Ay Dios, en realidad estaba esperando que alguien me dijera que había un nuevo error, que todo tenía que seguir su curso. Me había enamorado de esa forma de muerte, un cáncer no doloroso, con una expectativa de algunos años de vida, de la paz que me inundaba a pesar de la certeza de muerte, de la gratitud por el amor recibido, pero todo esto sería motivo de otro texto, es demasiado para pretender encajonarlo en este párrafo.
Este martes me avisaron que debía recoger personalmente los últimos resultados de laboratorio. El médico responsable salió para entregarlos en propia mano y decirme: —En mi opinión el oncólogo debió esperar por estos resultados y no basarse únicamente en la biopsia, para establecer con certeza el diagnóstico de Linfoma. Es urgente que le suspendan la quimioterapia, porque usted no tiene cáncer señora—.
El resto de la tarde lo pasé con el médico del IMSS, y también con el médico particular, fui de uno al otro y ambos confirmaron la buena nueva. No más quimios, no más Don Linfoma, no más nada.
También me sentí en la obligación de llamar a las pocas personas a quienes de manera personal les había comunicado mis malas nuevas, me sentía avergonzada, como si la culpable de tanto error fuera yo. También me sentía desagradecida con Dios, porque no podía estallar mi alegría.
Las horas volaron entre llamada y llamada. Al siguiente día viajaba a Puebla para leer en la presentación que organizó Raquel para la obra de Marina Sábato. Me acompañaban mi marido, nuestro benjamín y cuatro amigas que compartieron gastos con nosotros para ayudarnos y también para conocer a la virgen de Chignahuapan.
Su alegría y la de Raquel y Marina, hizo al fin germinar, la semilla de la paz en mi sacudido corazón.
Ellos me contagiaron, porque había estado sin piso, mareada, como vacía. Ay Dios, en realidad estaba esperando que alguien me dijera que había un nuevo error, que todo tenía que seguir su curso. Me había enamorado de esa forma de muerte, un cáncer no doloroso, con una expectativa de algunos años de vida, de la paz que me inundaba a pesar de la certeza de muerte, de la gratitud por el amor recibido, pero todo esto sería motivo de otro texto, es demasiado para pretender encajonarlo en este párrafo.
Arrodillarme ante los pies de la Virgen en Chignahuapan en ese viaje, desató la avalancha de mis lágrimas, ahí sí, solté toda mi pena, la dejé a sus pies agradecida. Había planeado ir a verla, para pedir fuerzas cuando en verdad me sintiera enferma, cuando llegaran los días malos.
Pero esos días no llegarán, al menos por esta vez, así que mi visita fue de gratitud pura.
Fue al regreso de Puebla que mi pelo se cayó a manojos. No llegué a regalar mis trenzas y además tuve que raparme. Aún así, la pérdida del pelo es un precio barato, porque ya no recibiré otra sesión de quimio.
Estos falsos diagnósticos y el vandalismo en mi ciudad, los libero para que no me pesen como otro recuerdo que por retenerlo, lastra.
Pero esos días no llegarán, al menos por esta vez, así que mi visita fue de gratitud pura.
Fue al regreso de Puebla que mi pelo se cayó a manojos. No llegué a regalar mis trenzas y además tuve que raparme. Aún así, la pérdida del pelo es un precio barato, porque ya no recibiré otra sesión de quimio.
Estos falsos diagnósticos y el vandalismo en mi ciudad, los libero para que no me pesen como otro recuerdo que por retenerlo, lastra.
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Tal vez te lo he dicho antes, pero prefiero repetirlo que callar, si abres la fotografía de la Virgen, podrás admirarla en toda su belleza y colosal figura, comparada no con el señor que aparece en primer plano, sino con quienes difícilmente se perciben bajo sus pies. ¿Los ves? Están ahí diminutos, a un lado del Tabernáculo, sólo así es posible captarla en toda su dimensión.
Ver por primera vez a La Inmaculada es amarla para toda la vida, eso como muchas otras cosas, me lo enseñó Raquel y me gusta compartirlo contigo.