miércoles, enero 03, 2007

¡Ah como amé aquel portafolios rojo de plástico!


¡Ah como amé aquel portafolios rojo de plástico que imitaba además, con ingenuo descaro, la piel del cocodrilo!

Fue cómplice en cuarto de primaria, para esconder estampas de Santos y hacer altares dentro de mi pupitre, después de mi Primera Comunión. También fue el mejor regalo que recibí en ese día.

Lo seguía siendo en sexto, cuando de once años apenas, me perdí en la lectura de mis primeras noveletas. Corín Tellado era mi autora favorita y pronto sus historias, sustituyeron dentro de aquél portafolios a los libros de escuela.

Cuando Toña Molina contó que sus papás nunca la habían reprendido, me dejó con la boca abierta y más cuando me autorizó con dulce seriedad, para decir, si llegaban a descubrirme, que las novelas eran suyas.

La zozobra a cada salida de la casa debe haber sido evidente, porque no tardó mi madrina en abrirme el portafolios cómplice.

Eso y la acusación de la fechoría ante el tribunal mayor en que se constituía mi padre, fueron uno.

Primero, fue el consabido levantar de la falda para dejar inermes, como los tiernos cogollos del helecho, los regordetes muslos. Cinco cintarazos fueron la cuota insólita, pues una mala nota en conducta, o un ocho en tareas hubieran merecido tan sólo tres.

Así fue como medí la enormidad de la falta.

Temblé como una hoja cuando mi padre, sin darme tiempo a reponerme me preguntó de donde había sacado esos libros obscenos.

—Son de Toña Molina— Casi grité, porque ingenua, creí que ahí quedaría todo. Como iba yo a saber que el Licenciado padre de Toña era amigo del mío.

—¿Ah si? Pues vamos a devolverlos— Fue la respuesta, mientras me tomaba del brazo en volandas y casi a rastras me llevaba consigo.

Tuve tiempo de arrepentirme y confesar, lo sé; mientras sorbía lágrimas y caminamos o volamos las cuatro cuadras que distaban a la casa de Toña.

Lejos de eso —A ella no le pegan, a ella no le pegan, a ella no le pegan, a ella no le pegan, a ella no le pe…— Fue la mantra que seguí recitando con los dientes apretados, todavía en el momento que su mamá, una matrona rubia de cabello corto y encrespado abrió la puerta, se enteró del asunto, llamó a Toña y en presencia de mi padre y mía le soltó dos cachetadas a su sorprendida hija.

*****
Ay todavía me duelen en mi parte no física los golpes que sufrió Toña por mi culpa, pero mejor no les adelanto vísperas, el cuento sigue, y yo también, circulando aquí, con escasa frecuencia, pero con enorme cariño para ustedes.
Abrazos retrasados por las fiestas, pero que durarán por todo el año si Dios nos lo permite, mis queridos amigos.
Si logran descubrir aquí a la malvada, o sea yo, tendrán premio especial. Toña Molina no aparece, porque esta fotografía es de mi cuarto año de primaria, tenía nueve años y cara de buena por aquél entonces, año de mi primera comunión y aquel en que recibí el portafolios. Toña entró a la escuela el siguiente año y se fue a vivir al Distrito Federal a pocos meses del suceso.
Pero dejemos esto, en el próximo post concluímos esta historia.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Será Ud. la tercera a partir de la izquierda, en la primera fila de sentados? Aquellos tiempos heroícos donde Corín Tellado era calificada de "obscena" cuando en la España franquista era la única novela rosa permitida.
Ud. tuvo más suerte porque ligó cuatro cintarazos por leer; a mí me tocó peor suerte: me echaron por escribir y mi madre no me dirigió la palabra durante un mes. Abrazos.

Anónimo dijo...

Ah! Cuál serás? Coincido con Fer o sino eres una de las niñas que se encuentra paradita al final, la primera desde la derecha.
Me dolió el cachetazo de Toña y más aún tu dolor ante tantas reprimendas.
Sigo esperando ansiosa.
Besos

Lety Ricardez dijo...

Querido Don Fernando:

¿Que come que adivina? Justo soy la del centro en la fila superior de sentados
¡Ah que cara de buenecita tenía! pero era traviesa a más no poder desde los nueve, que decir de los once!
Como usted a los nueve escribí, fue mi primer poema, dedicado a mi madre, con motivo de mi primera comunión. Claro que no me echaron.
Le dejo un abrazo enorme.

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Queridísima Laura:

Si coincides con Fer aciertas generosa. Esa niña de pelito corto soy yo, sentada en la primera fila y que conste que no elegí el centro de manera intencional, jeje, al menos no lo recuerdo.

Y no sabes cuanto tiempo cargué el fardo de esa culpa, fue terrible asumir que por cobardía fui capaz de permitir que la castigaran a ella. Pero ya te contaré el resto muy pronto.

Mientras tanto te dejo todo mi cariño

Anónimo dijo...

te busqué, jaja, pero todas tienen cara de buena ¿cómo hago? jaja.

ay, Lety, esta manera tuya de contar historias me gusta tanto, es que me las devoro, mujer, mira que si fueran golosinas ya estaría yo muy gorda y adicta al dulce, jaja.

te adoro, Lety, querida.

abrazo más que enorme para ti.

Anónimo dijo...

¡ya! jajaja, pero si eras un ángel ¡y lo sigues siendo!

besos

Viv. dijo...

Vengo a darte un abrazo de oso, querida Lety, agradecida de tus visitas en mi ausencia. La foto no puedo verla pero si me es posible vendré más tarde, que tengo curiosidad... Sabes, las primeras novelas que leí a esa edad -alrededor de diez años- aunque parece raro, recuerdo que fueron El día del Chacal y El Exorcista. Nunca leí a Tellado. Al poco tiempo no dejaba novela de Agatha Christie sin leer, las canjeaba y era casi una obsesión conseguirlas. Creo que mis padres nunca se interesaron por saber lo que yo acostumbraba leer, si bien no comparto el método de las bofetadas, creo que con tus padres tuviste mejor suerte.

Besos, linda!

Anónimo dijo...

Tengo una foto guardada de cada curso. Eran años difíciles, leche en polvo y cintas de colores como algo especial...pero, eramos tan felices!. Muchas veces escribo sobre mi infancia. Creo que colgada en ella se quedaron nuestros recuerdos más bellos.
Gracias por tu blog. Nos iremos viendo!

Lety Ricardez dijo...

Nika, sospecho que lo que tu dices, me pasa a mi, engordo con sus letras, me has regalado un pretexto nuevo para negar mi responsabilidad en el asunto, fiu, que alivio ya me estaba haciendo falta uno nuevo, jejeje.
A cambio te daré pronto el desenlace de esta pequeña historia, también muchos abrazos cariñosos

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Debo decirte querida Blueberrie, que mis papás me regalaban libros, me leí todas las aventuras juveniles que puedas imaginarte, con eso de tener cinco hermanos, los espadachines, Julio Verne, Edgar Rice Burroughs con todas las de Tarzán y Salgari con Sandokan fueron mis compañeros, ay, pero Corín Tellado tenía el encanto de lo prohibido, y eso que no pasaban de un casto beso, me emocionaba.
Y el cinto de mi papá mira que no bastó para quitarme el antojo de leerlas.
Te dejo un abrazo cariñoso

Lety Ricardez dijo...

Lo mismo digo Celeste, y en cuanto pueda pongo un link a tu blog, porque me encanta que todos mis amigos se conozcan.

Tu blog es como un cofre de tesoros, por ahí iré a ver que me prestas para hacer de mi visita una fiesta.

Te dejo mis abrazos

robles quiroz dijo...

Descubro que tu avance a sido por demás agradable. Me da mucho gusto tu perseverancia y placer con que escribes tus vivencias y emociones.
Agradezco tanto los mensajes que me enviaste durante mi ausencia. Los leí con frecuencia y en verdad percibía el cariño tuyo y el de todos los que me escribían. Pero aquí estamos de nuevo. Las nostalgias al botadero y el presente al goce.

Lety Ricardez dijo...

Bienvenido, bienvenido amigo mío, compañero de mis primeros pasos en el blog. Es una alegría grande recibirle, recibirte, como quieras y gozar de la calidad de tus textos. ¡¡Voy para allá!!

Gracias por leerme, tú das razón de ser a este blog