sábado, marzo 31, 2007

XI.- Mis cinco nuevos amigos
















Te dije que hice cinco nuevos amigos. Las dos primeras son Malena y Gloria. Dos enfermeras del Instituto Mexicano del Seguro Social. Ellas me dieron hoy, la primera quimioterapia.

Te había dicho que el del cáncer fue un diagnóstico errado. Pues sucede que aún cuando el diagnóstico de Leucemia fue equivocado, desató la necesidad de hacer estudios de fondo y en las tomografías y la biopsia que ya esperaba con tranquilidad, se detectó que sufro de Linfoma NO hodking difuso. Un nombre muy elegante para un tipo de cáncer que se propaga con rapidez, y al que gracias al error de laboratorio, pescamos en su estadio II. Ya ves, incluso una equivocación tiene su razón de ser.

Los otros tres amigos son Ezequiel, un niño de mi edad, tiene ocho años, y yo acuérdate que nací a los cincuenta. Está en su novena quimio, así que hice plática con él y logré que se riera cuando lo nombré mi maestro. El me explicó los sabores y sinsabores del asunto. Las dos horas que duró mi procedimiento —el suyo es de cuatro— vimos juntos las caricaturas, porque debo contarte algo agradable. En esta sala no encaman a los pacientes. Gozamos de un reposet cada uno y de una televisión a la que nos permiten cambiarle a placer los canales. Además ahí los niños mandan, así que nos va muy bien.

Don Noe que es otro experto en la materia, también lleva nueve quimios. Conversar con él fue grato, no sólo por sus consejos, también disfruté la ternura de ver cómo su hijo, el que le acompaña, se coloca a su lado y le acaricia de vez en vez con la mano, la brillante pelonera.

David un joven de veintidós años que recibió su terapia en la única cama de la sala, todavía no sabe que es mi amigo. Estuvo encamado bastante lejos de mi lugar y se durmió la mayor parte del tiempo, pero tenemos más tiempo que vida para hacer migas, así que el día llegará.

Ahora debo decirte que si tuve un momento triste esta mañana. David y Ezequiel pasaron por dos vómitos. Pienso que su familia no pudo comprar la única medicina que el Instituto no proporciona. Es muy cara y no la dan porque no es curativa, dicen que es tan sólo paliativa. Sirve para minimizar las molestias de la quimio.

Lloré porque no puedo ayudarlos. Estoy asistiendo al Instituto de seguridad social, porque con el conflicto en la ciudad mi liquidez se fue a pique, y no puedo permitirme un tratamiento privado. Asisto aquí sin amargura. Ya me siento feliz de tener derecho al tratamiento, de que familia y amigos me acompañen y tenga al menos para pagar la ampolleta.
A mi las más de dos horas de la quimio, se me fueron esperando sentir alguna molestia que nunca llegó y como eso hay que celebrarlo regresé a la casa eufórica. Tal vez no sea efecto de la ampolleta, quizá los efectos son acumulativos y allá por la novena empiece a sufrirlos, pero la tranquilidad de que gocé hoy, aunque me apene por mis amigos, no me la quita nadie. Callarlo sería hipócrita.

Otra vez ese sálvese quien pueda que con los días lastima tanto.

Con estos textos inicié una memoria de esas vivencias del cáncer . Quise compartir contigo el día con día. Esa intención se quedó en nada, porque después sucedió que esta, la que te narro, fue la única quimio. Se suspendió el tratamiento, justo antes de la segunda, porque también el diagnóstico de Linfoma resultó equivocado. Eso si, me quedé pelona.
Dos veces condenada y dos veces exonerada de la sentencia de muerte. Extraña situación, tanto como los tiempos que vivo.

Quise decirte desde ahora que estoy sana, porque mi intención es compartir contigo estas extrañas vivencias, jamás el preocuparte o mantenerte en vilo. Yo me se sana, pero el Hematólogo en aquél momento, debe haber pensado que estoy loca.

sábado, marzo 24, 2007

X.- No hay mala cosa en esto de sentirse aunque enferma serena


















Como te dije, no hay mala cosa en esto de sentirse, aunque enferma o aún sacudida, serena. Es de esa actitud y no de otra, de donde brotan mis palabras agua:

Una gota temblona/ emerge/ se aferra a la pestaña/. Es la más dolorosa/. No fluye/. La parimos/ o la tragamos.

Lo escribí y lo dejé por ahí, como un apunte, Oscar mi hijo, lo encontró y me dejó este recado: —Madre, este poema no te lo conocía—.

Aún me sucede, no se cuando es ayer, cuando mañana, ni siquiera cuándo logro un poema. Viene Oscar me abre los ojos y dos gotas temblonas, estas de gratitud, se aferran a mis pestañas.

Me propuse escribir un testimonio de la lucha íntima, no por vivir un día más, que de eso no cabe en mí añadir uno sólo a mi cuenta. Se trata de vencer en buena lid la cobardía y el desánimo cuando me asalten. Que desde ahora se que lo harán, ni duda cabe.

¿Y ahora cómo te cuento esto? Pues con palabras sencillas, tal como sucedió.

Hoy hice cinco amigos nuevos.
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Con esta bellísima pintura que subo hoy de la Dama de la Tristeza, te darás cuenta que las imágenes con las que ilustro estos textos, no son mías. Las he encontrado en Internet y algunas veces, la misma imagen ha dado lugar al texto.
No porque la experiencia sea producto de la imaginación, más bien porque la imagen de alguna manera toca mis sentimientos y la necedidad que tengo de expresarlos a través de la palabra.
Te dejo mi abrazo

sábado, marzo 17, 2007

IX.- Me fascinan los días de campo
















Me fascinan los días de campo. Ver los niños chapotear o mojarse los pies en un arroyo; el olor de la carne asándose en las brasas; encontrar una piedra de suficiente altura y amplitud, para hacer de ella mi trono; mirar a las niñas hacer ramos, con flores diminutas y buscar “pegajosos”, esas plantitas que adheridas al ramo, te permiten hacer de ellos, prendedores.
Quería que mis hijos conocieran por fin, la finca El Faro, la que fue de los abuelos, y tiene el nombre preciso.

Es como una luz prendida a la oquedad de las montañas, con su avenida principal empedrada, sus casas de peones regadas por los montes cercanos, pesebre, escuela y cárcel, una cárcel tan pequeña, que está formada por una habitación con barrotes de madera, no de metal. Sólo servía para guardar ahí por unas horas, a algún mozo borrachín que escandalizara más de la cuenta.

Y sobre todo, me propuse escribir —ahora lo cumplo— y pintar mucho. Un cuadro de regalo para cada amigo. Esperaba tener tiempo suficiente para hacerlos todos.
Sucede que pesó sobre mí, una sentencia de muerte. Tan inmediata como puede serlo una Leucemia, respecto de la cual se tiene la certeza de su existencia y sólo se ignora la fase, o estadio en que se encuentra.
Durante días fui de un especialista y de un estudio al otro, sin escatimar ninguno, hematólogo, oncólogo, biopsias, tomografías de cuello, tórax y de abdomen; rayos x y exámenes de sangre. A cada nueva intervención, la certeza de la enfermedad me inundó, aunque cambió de nombre, dejándome como única alegría, el sentirme serena.

No hay mala cosa, y esto es lo bueno, en el sentirse, aunque enferma y sentenciada, serena.
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viernes, marzo 09, 2007

VIII.- ...es el peinar mis largos cabellos en dos trenzas y adornarlas con listones
















A decir verdad, viví mejor el diagnóstico de cáncer que la oblación de mi Estado. Es más ese diagnóstico lo acarreé sobre mí, por mi mal navegar en esas aguas.

“No hay mal que por bien no venga” diría la dama y quiero ojear esos días, para encontrar ese bien, en el diagnóstico de cáncer, que si ella lo creería: existe.

En uno de los vuelos de mi columpio miro el momento del diagnóstico y digo:

Una coquetería que disfruto, es el peinar mis largos cabellos en dos trenzas, y adornarlas con flores o listones, que armonicen con mis huipiles. Me siento tan Oaxaqueña peinada de esta manera, que olvido mis casi sesenta años y mi exceso de peso, para sentirme bonita.
En días pasados, antes que perderlas, me dispuse a cortar mi cabello, lo más corto posible, para regalar mis trenzas a una persona querida.

Al pensar en los días venideros, me sentía contenta de no esperar grandes cosas. No quería transformar mi vida; aunque si quería más de Dios, que lo que he buscado en los últimos tiempos.
También, ir a un día de campo.

domingo, marzo 04, 2007

VII.- Pero también estoy triste por la ingenuidad de mi gente, por la fe que se entrega













Fui tan ciega de niña, como para sentirme afrentada por mi parte indígena y por la falta de estudios de mi abuela. En cuanto tuve mejor uso de razón; cuando me di cuenta de donde me venía la magia, agradecí cada gota de su sangre y he pedido perdón, por mi infantil tontería.

Hoy son personas autóctonas, como la inolvidable Doña Chelo, las que me hacen consciente de lo que vale nuestro estado. Su sensibilidad y su arte, sus dialectos y memorias son mi orgullo.

Y no me ufano sólo de mi gente, también de la tierra que nos nace y cobija en su rebozo.
En Julio y en septiembre, Oaxaca, la de los días que se alargan, se acaricia la cintura con la seda de su rebozo y sale a cumplirse los antojos de pasear por sus calles; de seducir y atarnos el alma con los hilos de sus flecos.

Aire, color y luz se entrelazan, para ocultar a esta hechicera, que bien se asoma desde un balcón y mira a su amor pasar o te invita a esperarla a la sombra de un zaguán, para después caminar del brazo con ella, al centro ceremonial de sus encantos: El Zócalo.

Este Julio y septiembre y varios meses de este año, nuestro Zócalo y sus calles aledañas fueron tierra de nadie. Es por eso que estoy triste, por la ciudad mancillada, por la ingenuidad de mi gente, por la fe que se entrega para caer en manos de bandidos; por la falta de preparación, que nos hace presa fácil de malos, y también por el hambre, que nos pone detrás como corderos.

Estoy triste también por la incapacidad de nuestro Gobierno; por los políticos oscuros que orquestaron la ruina de mi pueblo y ahora con ojos fríos contemplan el desastre, mientras se frotan las manos, en espera de recoger, el fruto envenenado que sembraron. Estoy triste por la cara que mostramos, al resto del país y al mundo.

Porque vengo de familia indígena, de gente fuerte, que nunca esgrimió el machete, para otra cosa que el trabajo. Porque vi florecer su esfuerzo, y he visto florecer el propio, en una vida distinta, más blanda que la que mi gente, en su origen tuvo.

Porque se que el trabajo dignifica y permite cambiar esquemas. Porque he visto, que si un hombre digno pone manos a la obra, puede cambiar su sino: Por eso creo en el futuro, por eso espero triunfe el bien y nos dejen limpiar afrentas, recuperar la dignidad, volver a levantar la cara.

Vengo y asiento estas consideraciones aquí, porque el pasado es la raíz que me sustenta y el presente, aún estos amargos de la oblación, el fruto de los días vividos.

Sólo la ira sobra. Esa es la mala manera de vivir los días.
Son esas las aguas amargas, que a veces me visitan. Por eso quise decir acerca del conflicto en mi ciudad, para dejar ir la ira.

Gracias por leerme, tú das razón de ser a este blog