lunes, abril 24, 2006

Parte II de II Como si lo estuviera oyendo

Ya no aguanto ver que no puedo ganarme unos pesos ayudando a cargar o descargar. Hasta hace poco, a lo menos podía esculcar en el tiradero de las frutas para traerle a los escuincles de Lucas lo que podía rescatar; eso si, bien lavadito para quitarle el olor de podrido de lo demás. Ahora como no me puedo agachar ya ni eso puedo traer, y lo que es peor, ya me convencí que al Lucas y a la Pancha no les importa que yo no rinda, dejan solos a los niños y me salen a buscar.

¿Y ahora que otra cosa puedo hacer? si ya pegadito a los noventa años que estoy, nadie paga un real por mi trabajo, menos por mí.

Además ya se por qué me viene pisando los talones la Lupe.

Primero fueron las manos y la zozobra de tirar la comida que me dan.

Después fueron los brazos y la cabeza que me tiemblan sin querer.

Hoy son los pasos que se me desarreglan. Tengo el cuerpo como un mono de calenda que se sacude de un lado para otro, este baile de San Vito no tiene para cuando acabar.

Pero lo peor viene de tres días para acá, sólo a jalones de toda voluntad me he levantado, pero siento como que se me desgasta la fuerza y se me va.

Pronto, como la Lupe, tampoco voy a dejar la cama y eso si que no.

Diré como ella decía pues: Que alguien lave mis vergüenzas jamás.

Para eso fui a la Iglesia, porque la otra semana se celebra la Pasión. El cura nos repitió que Jesús quiso ser hombre para pasar por todos nuestros dolores. No quería que se le escapara ninguno, de todos quería saber Él.

Pero Tú no fuiste viejo, y nadie Te cuidó enfermo ni Te tuvo que pasar un orinal.

Ese dolor no lo conoces y por eso, porque no sabes lo grande que es, estoy seguro de que no vas a querer que yo pase por el. Me ayudarás a terminar Jesús.

***

Estas últimas palabras dejaron de ser un soliloquio. Se dispararon de la mente del viejo hasta su boca. Fueron un grito restallante. Un latigazo de dolor que hizo mover sus inseguros pies sobre el banco y acabaron con su precario equilibrio.

El banco cayó de costado y su cuerpo quedó colgando en el aire, pesando del cinturón.

Sus piernas se sacudieron de tal forma que el cinturón no resistió el peso del cuerpo pendulante y se rompió.

Al caer su cabeza dio contra el banco.

Así fue como se desnucó.

El cinturón, atado a su cuello como una mísera corbata, más que restarle, intenta devolverle un poco de dignidad.

La fotografía que apareció hoy en el periódico El Imparcial, lo retrata tal como Lucas lo encontró, sin poder explicarse el por qué:

Está en el tejaban donde acostumbraba refugiarse, recostado de lado, recogido sobre si mismo en postura fetal. La cabeza se reclina sobre el banco, con los ojos piadosamente cerrados, como aquél que duerme en paz.
***
Esta historia nació de un recorte del periódico en su sección policiaca. Me lo trajo Nora Jacquez, nuestra amiga del regalo excepcional, para invitarme a escribir juntas un libro de cuentos, bilingüe y bicultural, recuerden que ella es nativa de los EU.

Se trata de abordar cada una desde su particular punto de vista, una misma historia, sin compartir nada más que la idea fundamental, en este caso la fotografía, tristísima para mí, de un anciano que se suicida a los noventa años.

No pude tolerar que lograra su propósito, me pareció piadoso, que su muerte fuera producto de la caída, llamémosla accidental.

Me hubiera gustado ponerles la fotografía, pero en este momento no la tengo a la mano, tal vez pueda subirla mañana.

Creo que la idea de Nora es novedosa y por lo mismo interesante, pero que sé yo, que leo poco, si lo es. El caso es que me resultó motivador participar en esta experiencia con ella, ojalá que ustedes sintieran real la historia y a los personajes, porque ni siquiera leí la nota del periódico, sólo el pie de la fotografía y esa fue toda mi información. Así que todo ha sido fruto de mi imaginación, que al menos esta vez fue menos escueta y se dió vuelo, aunque ¡qué va! en mí, nada es imaginación, seguro que la Lupe y sus deliciosos aromas, son reminicencias de alguna nana de mi infancia, los achaques del viejo, los de mi propio padre en sus últimos tiempos, en los que vi de cerca su desesperación, y los miedos, los miedos deben ser los míos, a no poderme valer como consecuencia de mi exceso de peso, y pesar entonces, sobre los demás, aunque conste, que conste que jamás se me ocurriría una salida así. Es por eso que no soporté que la tomara nuestro personaje.

Ahora los dejo, y como extraño hacerles un comentario cariñoso a cada uno, a falta de ellos, le dejo un beso a cada quien.

16 comentarios:

noname dijo...

Esta historia me sacude hasta los huesos, la imaginación no dista mucho de lo que es la realidad, el llegar a viejo en soledad en una sociedad donde se vale lo que se rinde, donde los años son sinónimo de peste para los más jóvenes, debo reconocer que no es el temor a morir lo que me preocupa sino tal como tu personaje es la pérdida de la independencia y la autovalencia, aquello que nos hace mínimos como persona lo que más le temo.
Un besito para ti mi querida Lety.

fgiucich dijo...

Ha sido Ud. generosa con este anciano decrépito, dejándolo partir con cierta dignidad. Y este cuento me trae a la memoria otro escrito por Augusto Roa Bastos, no por el argumento, sino por el título: Galopa en dos tiempos. Abrazos.

Laura dijo...

La ficcion supera la realidad, dicen por ahi. Sin embargo siento que la realidad es tan cruda a veces que la mejor de las ficciones se queda corta.

Cariños

Anónimo dijo...

Envejecer, dejar de ser coordinador del propio cuerpo, hasta caer muerto. Es el proceso normal de la vida hasta la muerte supuestamente mas deseable, que es la que implica llegar realmente a viejo, viejo. Pero es cuestionable la idea de que llegar a vivir el momento donde parte por parte empieza a decaer y dejar de funcionar es buena idea.

ka! dijo...

Lo que me atrapa es que la historia la puedo hacer de cierta forma "propia"...vamos!! no sabes cuántos viejitos color cacao tengo en Oaxaca...viejos curtidos por pecas..gente amiga de mis padres..gente que me vió crecer...

Lo hueles?...lo siento!!! huelo a nuestra tierra..

Jean Georges dijo...

Primeramente, me tomo el beso correspondiente, de pan humeante y café caliente.
Saludo al viejo, amigo de mi Atilio, de partidas de dominó junto al Foto. Años de mendigar calles por una respuesta, y ese él, usted poniéndolo en mayúscula yo sepultándolo bajo el renglón, ese él que se la negaba. Como me la niega a mi. A todos. El viejo se acomodó la solapa del saco viejo, mugre acumulada cayendo entre sus piernas, hizo un corte de mangas y se fue. La respuesta navegaba plácida, cálida en su bálsamo cerebral. Mejor que las nubes de castigos forzados.

Discúlpeme las no pasadas. Los días ya no vienen de 28 horas como antes.

Enigma dijo...

Demasiada ocupada, se entiende y por ello se justifica la ausencia por los blogs... parece un proyecto interesante, deseo en verdad se concrete y tenga el exito que merece en sus empresas.

Saludos

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra

Diana L. Caffaratti dijo...

Imagino salírsete tu escencia de pájaro flor poeta en volutas inciensadas hacia cada poro del viejo. Adentrándose circula por él hasta llegar al tuétano de su alma y descubrir qué y cómo hubiera deseado que fueran sus últimas horas.
Triste historia y el fantasma de la decrepitud flotando en cada futuro.

Dra. Kleine dijo...

Graaaaaaaaaaacias!
BEso recibido.

He vuelto!no mi "tañas?"

Lilian dijo...

Lety, no sé.. quedé como helada, al leer la segunda parte del relato, me puse a pensar en cuántas veces esa historia, debe ser real para algunas personas, pensé en mis abuelos, tengo aún dos abuelos con vida, mi abuelo materno con 83 años, y mi abuela materna con 76 años, que ambos cuando se encuentran antes del saludo, lo primero que dicen es: "¿hasta cuando viviremos?, ya no servimos para nada, solo para comer y dormir".
A veces esas actitudes y palabras de ellos nos hacen sonreír, y reímos, pero ahora leyendo el relato, no dicen ellos eso por broma, sino que debe ser triste para ellos, el verse sin fuerzas, y totalmente dependientes.
Gracias por el relato, con esto creo que comprenderé más a mis abuelos, y aprovecharé cada instante para disfrutarlos.
El fin de tu historia, es real, sé de algunos ancianos que tomaron esa determinación, pero confiaré en Dios para que mis ancianos abuelos si fueran al descanso,se vayan como en un sueño.
Besos y gracias nuevamente por la historia.

Anónimo dijo...

Querida hermanita, no entré a comentar porque sabes que no tengo tiempo, sólo a dejarte mi cariño y un besito. Ya falta menos para que pueda reanudar mi actividad bloguera regular.

Hannah

Indianguman dijo...

Lo que pueda decir es poco. La historia es real, tan sensible y humana que me pregunté desde el comienzo cómo es que tenías tantas experiencias para contar (bueno, eso es lo que hace a un escritor). Y al leer la idea y el origen del relato no puedo menos que felicitarlas a ti y tu amiga.
besito

Xavier Villarreal dijo...

Las imágenes y los detalles del relato son muy buenos Lety, felicidades. Quizás el viejo fue oído en su plegaria, me queda claro que el techo tenía que ceder.

Besos y más pa ti mi hermana.

Lo-que-serA dijo...

Maravilloso relato, mi Lety. No cabe duda de que es usted un dechado de virtudes literarias. No sabría decirte si disfruto más tu poesía o tu prosa. Me quedo con las dos.
Te dejo un besito, amiga querida.

Anónimo dijo...

Gran ralato, que me ha llegado muy adentro, quiza por que vivi la pérdida de independencia de varios familiares, que no a la soledad.
Sus dolencias fueron diferenes pero, me marcaron tristemente, y dejaron en mi un miedo a la ancianidad y a la invalidez que está produce.
La historia del viejito produce escalofrio, le diste una muerte digna,al decir adios a la vida.
Megusto muchisimo el relato, te felicito por saber llegar a los sentimientos mas internos.

CEL

Anónimo dijo...

Soy CEL,no soy anónimo pero hoy no hay otra manera de publicar el comentario. con ellnombre de mi blogger.

Un saludo, CEL

Gracias por leerme, tú das razón de ser a este blog