II
¿Y yo... en dónde quedo?
¿De dónde mi relación? ¿Cómo pude narrarlas?
Siento que también formo parte de ellas aunque no soy otra ella. Sé que han tenido la misma sospecha.
Cuando a una le pasó por la mente que dentro de sí pudieran ser “nosotros”, la impresión fue superlativa, soltó la pluma y no volvió a tomarla en varios meses. Todo por haber escuchado:
¿Nos distingues?/ No te sientas a salvo/ Ni distinta/ Eres una en nosotras/ ¿quieres jugar, te atreves?/ Ahí te va/ Debes decir nosotros.
Yo también quiero hablar y espero que tú desees escucharme.
Ellas creen haberlo dicho todo y no lo hicieron. Mucho hay por decir, y estoy dispuesto a hacerlo, porque decir libera y yo necesito liberarme para poder unirme a ellas.
Ellas necesitan la reciedumbre varonil que yo les he aportado. Sin mi fuerza, ninguna habría sobrevivido.
Aunque esto no lo hicieron mal, se los concedo, la forma que idearon para la empresa era imposible. Quise decirlo desde el principio pero no me escucharon. Por regla general puedo dominar a dos o tres. A todas juntas, no.
Estaban engolosinadas con la idea de escribir y describirse. Pero es tanto lo que se quedó en el tintero que yo también, como ellas, debo organizar mis pensamientos para poder narrarlas.
No me gusta desperdiciar palabras, ni mi tiempo ni el tuyo. Es preciso evaluar los resultados que alcanzaron para partir desde ahí:
Ahora ya se reconocen distintas, aunque no hayan podido dilucidar sus diferencias. Sólo al final hablaron de su rivalidad entre sí, del deseo de usurparse el lugar. Pero ninguna fue con la otra sarcástica o hiriente, y yo las he visto serlo. No establecieron el predominio “que en toda sociedad existe y, además, es necesario”.
Ser fuente de su fuerza me ha permitido asomarme a sus vidas. Nada ha quedado libre de mi acceso. No solo opino y decido, también leo su correspondencia. Y esto me hace recordar una carta que recientemente les envió una joven talentosa (cuyo nombre citaría si ella lo permitiera, para no plagiar su contenido) y parte de la cual transcribo, precisamente porque viene a cuento:
“...A veces mi respiración es la de un felino persiguiendo a su presa, a veces la de una paloma aprisionada, y otra más, la de una vaca serena. Jejeje, me causa risa esto de la vaca, me gustan las vacas, se les ve en su rostro tanta ecuanimidad.
En fin, lo que quiero decir es que mis respiraciones son distintas y a veces hay más de una en mí: una en mi sexo, otra en mi espíritu y otra en mi mente.
Esto me recuerda un cuento de José Saramago en su libro Casi un Objeto – ¿le conoces?–, en donde narra la historia de un centauro (cabeza y pecho de hombre con el cuerpo de un caballo) de edad milenaria, cuyo mayor conflicto es que no han podido convivir en plenitud el ritmo del hombre con el ritmo del animal, a no ser mediante un gran esfuerzo mental por parte del hombre.
La historia se ubica, me parece, a principios del siglo XX, el centauro tiene ya varios miles de años y es el último de su especie. Durante todo el tiempo de su existencia se le ha considerado de las formas más disímiles imaginables, desde un ser divino, hasta el producto de la unión de seres malignos.
Cuando el cuerpo del caballo se excita por el apareamiento o por el deseo de trotar por los campos, el pecho del hombre se sacude, tiene la necesidad de separar su respiración de la del caballo, de ser sólo él…
En fin, que lo que te había dicho anteriormente me recuerda este cuento, de los mejores que he leído en mi vida; el final, el final es realmente sorprendente, cuando lo leí fue inevitable llorar.
Otro cuento, este de Italo Calvino –El Vizconde demediado– habla de la división interna, del carácter incompleto del hombre y del afortunado padecerlo en uno mismo, pues así se ve la real dimensión de las cosas, aunque el riesgo es que deseemos que todo sea a nuestra imagen y semejanza, es decir, incompleto...”
Después de esta lectura se te facilitará entender que esto sucede. En el ser humano, están implícitos los conflictos que el ser nosotros plantea y comprenderás en nuestro caso, la necesidad que tenemos de continuar con este empeño de unificación, hasta que nos escuches exclamar que somos uno.
Así que es necesario seguir viviendo este proceso, porque a nosotros nos gusta correr riesgos y alcanzar lo imposible.
Si no fuera así, no nos hubiéramos metido en este afortunado lío.
¿Que cuándo escribiré?
Pues no se, porque la vida es constante movimiento y no podré retratarla, porque nunca se detiene.