martes, mayo 30, 2006

Ignacio Javier Javier-Ignacio VI

Nuestro Padre Dios, a quien a veces llamamos fortuna, o buena suerte, permitió que Sergio el doctor tuviera plasma cuando Nacho llegó tan grave a su consultorio, ya que en ese pueblito que es Pochutla, hubiera sido imposible conseguir sangre de su tipo, para transfundirle en ese momento. Ni siquiera recurriendo a su flamante unidad hospitalaria, de cinco camas por ese entonces.
Asi que tener plasma fue parte del milagro, porque sin plasma nada hubiera podido hacerse.

Aún así, mientras el goteo caía lento y seguro, era difícil adivinar si Nacho saldría de la inconsciencia, por lo que Sergio decidió, así me lo dijo, que era bueno, que por lo menos se fuera completo y se dedicó a unir nervio a nervio y cada vena y arteria, por minúsculas que fueran, reparó así, concienzudamente, la mano limpiamente cercenada.

Apenas había terminado de suturar la mano, cuando en medio del shock, Nacho se incorpora y con la mano buena, trata de alcanzar algo lejano, con los ojos abiertos como platos, además habla y le dice:
—Veo a Dios...—
—y hay Ángeles...—
Después continúa preguntándose a sí mismo:
—¿son Ángeles?—

Me comentaba Sergio:

—Ya te habrás imaginado mi espanto, Jorge afuera, aporreándome la puerta y amenazando con matarme si no salvaba a su hermanito y Nacho, empezando a adentrarse al Paraíso—.

Lo que yo creo en lo personal, es que Dios tuvo misericordia de Sergio, pero además mostró Su Infinito Amor por Ignacio, porque a partir de ese momento, dice Sergio que empezó a recuperar sus signos vitales y con ellos, la vida y la conciencia. ¿Empiezas a entender por qué te digo que la vida de tu papá fue especial?

domingo, mayo 28, 2006

Ignacio Javier Javier-Ignacio V

¿Te platico de cuándo Nacho miró a Dios y después siguió viviendo?

¡De verdad! no es un cuento. Aunque he leído o escuchado historias de vida en el más allá, Nacho es la única persona que yo conozca, a quien le haya sucedido una experiencia semejante y pienso que ni él mismo creyó que fuera cierto; porque si así hubiera sido, esto habría bastado para cambiarlo.

Pues inicio; Miró a Dios, porque en esa ocasión, casi perdió una mano. Sucedió como todo lo que a él le acontecía.

En la casa de la playa, se corría una noche alegre, léase de parranda, con dos mozos, uno de ellos, compadre de todos mis hermanos y cuidador de la misma casa en Puerto Ángel. Pues ahí estaban ellos y este santo señor amenazó con dar un machetazo ¡sí un machetazo! al otro, porque andaba enamorando a su hija.
No lo dejó en palabras, inesperado, el primer machetazo cayó como un rayo sobre el hombro de su contrario sin dar tiempo para nada, pero cuando tu papá, vio el machete volear por segunda vez encima de la cabeza del galán, saltó al ruedo y no se le ocurrió nada mejor, que detener con la mano el machete, con las lógicas consecuencias.

¡Casi se la desprende! Le quedó la mano completa, colgando de un delgado girón de piel, el hueso había sido cortado limpiamente.

Tu tío Jorge, el tercero de mis hermanos, pero para que te digo quien es tu tío, si de sobra lo sabes, esa noche dormía apaciblemente, así son ellos se alternan en el desorden. Cuando lo despertaron los gritos, salió corriendo para encontrar a Nacho desvanecido dentro de un enorme charco de sangre y a su heridor, hincado llorando por lo que había hecho. El otro había huido corriendo a perderse en el monte.

Sabiamente a pesar del susto, Jorge se dio tiempo para ponerle un torniquete a la altura del antebrazo, sujetarle la mano cercenada con un pañuelo y subirlo en volandas a la camioneta, para llevarlo a toda velocidad al médico en Pochutla.

Quince minutos de camino, que debe haber realizado en cinco. Otros tantos kilómetros en medio de lágrimas, porque también los hombres lloran. Y sobre todo estos hombres, tan hombres y tan perturbados locos que son mis hermanos.

Jorge se metió con todo y camioneta en el jardín del médico y estuvo a punto de tirarle la puerta para lograr que abriera con la celeridad que el caso requería.

Me dice Jorge que hasta a la cárcel lo llevaron esa noche, o iban a llevarlo no recuerdo bien, tal fue el escándalo que armó.
Todo esto lo supe casi en el momento que sucedía, porque tu tío me llamó por teléfono para compartir la responsabilidad. Así que me pasé el resto de la noche en vela, como buho.
A tus abuelos, en Aranjuez, no era cosa de ir a despertarlos para regalarles una noche de horror y además sin posibilidad inmediata de mejores noticias. Una avioneta especial estuvo lista por la mañana para llevárselo a México y fue hasta dos o tres días después, cuando Nacho estuvo en condiciones de hacer la llamada, que fui al Aranjuez tempranito, cuando el sol empieza a pintar sobre las montañas, para traer a mi madre para que hablara con él. Oyendo su voz al teléfono podía saber que la situación no era tan grave y transmitírselo a mi padre.

Pero sigo la narración en orden. Valieron la pena los gritos que Jorge dio, porque logró sacar al Doctor de su cama y después de amenazarlo con que el muerto sería él, si no lograba salvar a Nacho, lo dejó rezando y luchando por la vida de tu papá, que para algo el Doctor Sergio era un amigo.
Sergio, comenta que era poco lo que él podía hacer por salvar a Nacho en aquél momento; estaba totalmente chocado y blanco por la falta de sangre.

jueves, mayo 25, 2006

Ignacio Javier Javier-Ignacio IV

Tu papá tenía muchos amigos y eso lo vimos ayer. Todos estábamos chocados. Nadie podía creer que las siete vidas (o más) que tenía Nacho, se hubieran extinguido. Fue por eso que no hablaron mucho de lo que Nacho era y hacía. O tal vez era yo la que no estaba para escuchar a nadie.

Pienso que si en ese momento nos hubiéramos recuperado, el ambiente hubiera sido otro. Porque hablar de Nacho y sus andanzas los hacía reir, aunque a mi me hacía a rezar o temblar con las cosas que hacía.

Me ponía a rezar te digo, pero no rezaría conmigo, aunque tiempos tuvo en que fue místico, espiritual y como dijo anoche tu tío Jorge, esotérico.

A tu padre podías quererlo u odiarlo, pero eso sí, no era persona que te dejara indiferente.

Le decían de muchas maneras, Don Nacho, Nachito, El Enano y creo que sólo yo, le decía Nacho Gaspacho.

Me gustaba platicar con él, cuándo estaba de humor para hacerlo con su hermana, pero no era frecuente, ni por largo rato, porque la verdad no nos entendíamos.

Yo no podía evitar aprovechar cada oportunidad de conversar con él, para lo que él llamaba sermonearlo, y yo consideraba amarlo.

Mi castigo a cambio, era que conociendo él mi punto débil, me hablara con actitud condescendiente y palabras domingueras, tal vez un poco por molestar y otro poco por divertirse, porque ese vocabulario, ya te habrás dado cuenta a estas alturas, no forma parte de mi léxico, porque nunca pude estudiar.

Esta falta de estudios, me hizo llorar, renegar y sudar tinta muchas veces, hoy con grandes dificultades la he transformado en motivo de orgullo, por todo lo que a pesar de esa carencia, de todas formas he llegado a aprender.

Pero estamos hablando de él no de mí, y él en medio de sus desordenes, y perdón por mencionarlos, pero más adelante será necesario referirme a ellos, si quiero darte un retrato de cuerpo entero (aunque vaya lo bueno por delante) tu padre si que era muy preparado.

Además muy inteligente. El Viejo Berges (anoto que debo agregar un diccionario de amigos y tú, procura consultarlo, porque te voy a citar a muchos) proclamaba y se atrevía a decírselo al mismísimo tío Efrén, célebre genio de la familia: “todos piensan que Efrén es el más inteligente, pero mi enano es más listo que él”.

¡Que no terminó su carrera es cierto! pero como la iba a terminar, si no quería hacerla como toda la gente. Que va, ingresó en dos universidades y carreras al mismo tiempo, y las iba sacando adelante. Llegó hasta el tercer año y sin haber reprobado, simplemente las dejó de lado, porque quiso entrar con su hermano Efrén en la Política. Cómo no intentarlo si en aquel tiempo tu tío era Oficial Mayor de la Secretaría de Turismo.

En parte porque era muy joven y otro poco, porque en esto tu tío Efrén no le abrió la puerta grande para evitar el nepotismo, en rebeldía, ya no siguió ni las carreras universitarias, ni continuó en la política. Y mira que tenía aptitudes y no las del montón, sino muchas aptitudes.

Pero debo ponerme en orden. Dije que esto es un Anecdotario y aún no cuento una sola anécdota. La verdad, no sabía ni por cual empezar, aunque ya lo he decidido en este instante, porque se relaciona con los momentos que hoy estamos viviendo.

martes, mayo 23, 2006

Ignacio Javier-Javier Ignacio III

Mi madre se enoja conmigo porque no soy como sus varones; Mis hermanos, aún casados y con hijos, tienen una sola familia, y yo tengo otra; la propia. Además, a diferencia de mi madre, estoy presta a dejar ir a todos mis hijos, para que cada uno forme una nueva familia, que será para ellos lo primero. De eso les hablo con frecuencia.

Mantengo además mis finanzas separadas de las de ellos, que todo lo comparten entre sí, con la misma facilidad que lo despilfarran o destruyen. Yo no puedo darme ese lujo, aunque les pese, debo pensar primero en el futuro de mis hijos.

Pero esa esencia de unicidad, característica visible de mi familia primaria, en el fondo la admiro y envidio, aunque también me asusta como ejemplo, y por ello, la repelo.
Me siento segura viendo los toros desde la barrera, pero te decía, ese espíritu de clan no lo tiene mi familia. Y mis hijos van en su busca cada domingo, allá a la hacienda de Aranjuez, e incluso nos dejan solos a su padre y a mí, para encontrarse con sus abuelos y los tíos.

Lo hacen con nuestro consentimiento, porque lo que no tengo para dar, tampoco quiero quitarlo a mis hijos, aunque eso nos complique el educarlos. Sé que ante sus ojos inexpertos tiene más atractivo una vida de aventura que de lucha, pero es ley de vida que se adquiera criterio y ya lo tendrán ellos. Mientras tanto, encontraré la forma de compaginar las diferencias.

Pero a lo nuestro, también estás tú, que formas parte de ese Clan y mis hijos te adoran. Eres otra razón para que yo exponga a mis hijos a esa influencia, quiero que convivan contigo.

Eres el único primo para el que hacen de “nana” y no te miento, por propia voluntad y mira que no sabía que les gustara el quehacercito.

Y otra cosa curiosa, eres el primer nieto que a su abuelo le dice papá, y eres el primer sobrino que a cada tío le dice también papá, mucho antes de que el tuyo se fuera.

Acaso oscuramente presentías que muy pronto necesitarías de esos muchos papás, para cubrir en lo mínimo, el gran hueco de papá que hoy inicias.

Cariño no te hará falta y en lugar de un modelo a seguir, tendrás muchos y así podrás elegir lo mejor de cada uno y tu serás mejor que cada uno de nosotros.

****

sábado, mayo 20, 2006

Ignacio Javier-Javier Ignacio II

Este anecdotario será escrito entre muchos, con aportación familiar y de amigos, porque las historias menudean y yo como su hermana (ya sabrás lo poco que se invita a las hermanas) no compartí sus secretos, entiende que diez años de diferencia en la infancia, son muchos años.

Mientras escribo esto, se me vino a la cabeza un platillo especial de huevos que servimos en el restaurante, allá en El Marqués y que fortuitamente llamamos “veracruzanos”, y lo digo así, fortuitamente, porque mi mamá es veracruzana y estos huevos son un revoltillo.

Así como ese revoltillo era Nacho.

Ese platillo lleva frijol, tomate, cebolla y chiles verdes; chorizo y crema, mucha crema y además van en tacos. ¡Y vaya si le ponía Nacho crema a sus tacos! Y vaya si le ponía blanco, negro, rojo y sobre todo, picante a su vida.

Para tratar de que estos apuntes resulten coherentes debo intentar darles un orden, así que iniciaré hablando de lo que es nuestra familia y para ello tengo que empezar hablando de mi mamá, porque ella es fuente y razón de mucho de lo que son sus hijos, incluido tu padre.

No porque mencione a mi mamá creas que de ella sacó tu padre todo lo que era. No para nada, Nacho se parecía mucho a mi papá y tenía un orgullo de Ricardez, que tú vas a llegar a entender un día, si no es que ya lo entiendes ahora que me lees.

¡Esta familia es un caso! o mejor dicho, no es una familia, sino un clan. O tal vez una tribu en la que mi mamá tiene mucho que ver, de ahí que iniciara con ella, aunque no sea Ricárdez.

O tal vez sea la más Ricárdez de todos y ni ella ni nosotros nos hemos dado cuenta. Si no fuera tan Ricardez, tal vez se habría salido con la suya y sentiríamos mucho más orgullo por el Carrión, que es su apellido, y eso si, podría jurártelo, no pasa con ninguno de nosotros.

Ser un Clan, o pertenecer a un Clan, suena bonito pero tiene sus bemoles.

A mí me encanta estar en este clan, aunque no me gusta pertenecer a él. Más bien el Clan me pertenece, porque mis hermanos son míos. Los siento de veras dentro de mi, pero se que no estoy dentro de ellos.

Los que están dentro del Clan que son todos los varones, en cierta forma no tienen vida propia.

Viven el uno para todos y el todos para uno, a cada momento.

****
¿Les parece bien que vuelva a dejarles un cariñito? Al cabo estamos en casa y hablando de los casa. Así que estaré feliz al dejarles una respuesta a cada comentario. Ustedes siéntanse libres de volver o no, para mí ya será una alegría simplemente escribirla.
Por cierto, tomen en cuenta que estos apuntes son bastante viejos, lo primero que escribí, a decir verdad y no he querido corregirlos demasiado. En aquel momento, por alguna razón consideré necesario adoptar un tono jovial, para no resultar pesada a mi sobrino cuando los leyera y ahora quisiera haberlos escrito de otro modo; pero así nacieron y así los muestro. Ustedes con su valiosa opinión me irán mostrando si la idea fue acertada o no. Mientras tanto, les dejo un abrazo

miércoles, mayo 17, 2006

Ignacio Javier-Javier Ignacio


Sólo una breve, brevísima introducción respecto de estos apuntes dedicados a la memoria de Nacho, mi hermano menor. Los inicié hace once años, los mismos que él tiene de muerto. Mi sobrino Javier Ignacio tenía entonces 18 meses de edad. En aquél entonces balbuceaba sus primeras palabras. Debo decirles que todavía no los lee. Los compartiré ahora con ustedes en varias entregas parciales. Hoy, como siempre, les dejo todo mi cariño. (En la fotografía estamos Nacho y yo el día de su Graduación en la Preparatoria, tendría entonces 17 años, cuando murió, estaba a punto de cumplir 37)
*****
Anecdotario acerca de Nacho. (Para javier, que también es Nacho).

Quiero empezar estas líneas hoy, precisamente hoy y no cualquier otro día, aunque no sea mucho lo que avance en ellas.

¿Por qué hoy? Porque ayer lo enterramos.

Pero decir lo enterramos hablando de Nacho, es decir mucho, porque no se le puede enterrar.

Al menos yo, ayer mismo he empezado a hablar de esto que hoy te escribo, y así lo tenemos presente, como si él estuviera aquí, y no allá afuera, reposando bajo la sombra del nogal.

¿Que para qué escribo? pues tengo muchas razones para hacerlo.

Porque siempre quise escribir y nunca tuve nada importante que decir.

Porque en todos mis años, solo la muerte de Nacho me ha animado a hacerlo.

Porque quiero entregarte esto a ti. No para que lo admires; pues cuando llegues a leer estas líneas, ya tendrás tus propios conceptos acerca de tu padre.

Escribo para que lo conozcas, o más bien para que conozcas lo que yo pensaba y sentía por él. Digo esto porque aunque trate de ser imparcial, mis sentimientos van a reflejarse inevitablemente.

Se también lo que no quiero como producto de mi escritura. No quiero que lamentes su pérdida. Quiero que lo poseas, aunque tú ya lo posees. Él se ha quedado en ti.

La vida de Nacho estuvo plena de acontecimientos que poco a poco compartiremos. Siempre le dije que tenía un destino y debía encontrarlo.

Ahora sé que el motivo de la vida de Nacho, era dar lugar al principio de la tuya.

Tu eras lo especial que el tenía que realizar y no se fue sin cumplir su destino.

Cuándo empecé a escribir; muy valiente, me dije que podría hacer un libro, la vida de tu padre da para eso pero no se si yo alcanzo para eso. Quizá solo se quede en carta, o a lo menos en cuento, pero en fin, sigo escribiendo.

Eso sí, no me pidan que le de continuidad y menos fin, porque estoy segura que seré una vieja y todavía un día, alguien llegará para contarme otra anécdota y la agregaré a estos apuntes.

lunes, mayo 15, 2006

Una historia inconclusa (de una sola vez)

Mi adorada Mujercita:

Necesito aclarar contigo esta situación. Cada día te noto más fría, más despegada de mí.

En el pasado, y no hace tanto tiempo todavía, cuando viajaba por un mes a la costa, para realizar mi cobranza del café, desde días antes de mi viaje, se esparcía por toda la casa, el aroma de los pastelillos de naranja que horneabas para mí.

Me enternecía verte discutir con los ahijados, para que no te escamotearan alguno, diciéndoles que su padrino tenía que viajar a lugares donde no encontraría pan, y que por esa razón, todos eran para él.

Te preocupaba el que yo resintiera la falta de alimentos, en esos pueblos olvidados de la mano de Dios. Ponías gran cuidado en que llevara medicamentos básicos y algún bálsamo para aliviar mis dolores por los días de montar a caballo o por mis caminatas entre los cafetales, bajo la lluvia o el inclemente sol.

A todas mis compras me acompañabas, y eras tú quien empacaba cuidadosamente cada pieza del equipaje. En cada uno de tus actos, denotabas amor.

Todo ha cambiado.

Hace tiempo que no te preocupa, ni qué me llevo, ni cuánto tiempo me voy.

Es cierto que mis negocios van de mal en peor. Es cierto que he sido engañado por esos productores, que no cumplen con entregarme el grano, que pagué por adelantado, y con eso he puesto en riesgo tu casa. Esto me preocupa, pero soy capaz de solucionarlo, lo que no puedo solucionar es tu desamor.

Desde que entraste en mi vida, tú has sido mi fuerza y mi motivación. Si tú fueras la misma, yo pondría mi cabeza en los negocios, pero así, no puedo ni siquiera pensar.

Se que tu deseo es no remover el pasado, ni hablar de esto, pero debo mencionarlo aunque provoque tu enojo; que sepas que ni siquiera cuando murió nuestro único hijo, el único que Dios nos concedió, me sentí tan dolorido como me siento hoy.

Será que en medio de aquella terrible pena, aunque en el primer momento quisiste cerrarte a todo, después te refugiaste en mí como una niña. Yo entendí que para no hundirte en la desesperación, deseabas tener a los ahijados contigo y quise darte ese gusto. Fueron sus risas, las que te permitieron volver a vivir.

Fue entonces que te construí esta casa, con habitaciones suficientes para ellos, porque para mí, lo más importante es tu felicidad.
Los ahijados me roban mucho de tu tiempo y de tu compañía, pero nunca me he quejado. También han llegado a ser mis hijos, porque gracias a ellos tienes un poco de alegría.
Por amor, siempre he hecho tu voluntad; en mi casa y en mi vida, has sido la reina y el eje rector. Ahora se que también eres mi fuerza. Si no te tengo a ti, no tengo aliciente que me permita luchar y vencer.
Ya no somos jóvenes; la vejez se acerca a grandes pasos, pero cuando vuelvo a casa, aún tengo la necesidad de arrimar mi cuerpo cansado junto al tuyo, deseo sentir tu calor, tu mano suave que se apoya sobre mi pecho y descansa sobre él.

Sin embargo, esos momentos de intimidad, ya sólo forman parte de mis recuerdos. Cuando me acerco, tú te retiras y eso me descorazona de tal forma, que no puedo pensar en soluciones para mis negocios.

Por favor mi reina, no me dejes sólo.

No intentaré en este momento dialogar contigo, porque conozco tu carácter y resultaría contraproducente. Hace meses que ni siquiera me hablas, sólo respondes con monosílabos, a mis intentos de entablar una conversación.

Voy a dejarte esta carta sobre la almohada, vendré a acostarme tarde, para darte tiempo a pensar.

Si cuando llegue a la cama, tu actitud es la misma, arreglaré mis cosas y me volveré a la costa sin molestarte más.

Si esto sucede quiero que sepas que me iré con el corazón destrozado, porque se acerca nuestro cuarenta aniversario, mi dulce amor.

viernes, mayo 12, 2006

Parte II de II, No puede ser verdad

Todo empezó por esas fotografías que encontré en la bolsa del saco que me dio para lavar.

Regresé a la recámara para avisarle que el desayuno estaba listo. Entonces me dio el saco. Como hago siempre, volteé las bolsas por el revés, delante de él.

Fue horrible verlo retratado besándose en la boca con un hombre. Aunque pensé que se trataba de una broma por la despedida de soltero a la que asistió la noche anterior, le reclamé que no se tuviera respeto y se prestara a bromas tan pesadas y entonces se descaró.

Me contestó que qué bueno que había encontrado las fotografías, que hace tiempo que buscaba cómo dármelo a entender.

No quiero recordar cada una de sus palabras, pero en síntesis me dijo que no quería seguir viviendo conmigo, que necesitaba su libertad y parte de lo que juntos hemos logrado, para iniciar su vida formal con este sujeto. Que este hombre no es el primero en su vida, porque yo le he servido muchas veces de tapadera, pero que ahora está enamorado y ya no puede seguir viviendo así.

Creí que me estaba jugando una broma todavía más pesada, pero cuando lloró Madre, lloró y me pidió perdón por lo que me decía; En ese momento sus lágrimas sólo me causaron horror, porque entendí que no había tal broma, sino una espantosa verdad.

Entonces me sentí morir. Debemos habernos gritado, no lo sé a ciencia cierta, pero lloré con tanta desesperación, que olvidé que mis hijos estaban afuera en espera del desayuno, así que tuvieron que enterarse en ese mismo momento. Lo supe cuando vi sus ojos espantados mirándonos desde la puerta, lo único que acerté a hacer, fue pedirle a mi hijo mayor que se hiciera cargo de sus hermanos y los llevara a la escuela, sin darle ninguna explicación.

Los oí irse y entonces me encerré en la recámara. Mi marido se fue y no volvió. Fabián mi hijo mayor, regresó con los niños por la tarde. A través de la puerta me dijo que no me preocupara que él los iba a acostar. Su inmensa bondad se me clavó en el corazón.

¡Que el hombre de la fotografía no es el primer hombre en su vida, dijo mi marido! Dios mío, pero esto ¿Dónde me deja a mí? Que clase de mujer puede vivir tantos años junto a un hombre sin darse cuenta de lo que sucede. ¿Es que soy tan estúpida, tan crédula, tan comodina, o qué se yo?

Le doy vueltas en la mente a cada instante de nuestra vida y le juro Madre, que no puedo imaginar en que momento empezó a ocurrir.
Lo único que se me ocurre es que mi marido siempre fue así. Que me sedujo y me llevó a involucrarme con él, con toda la mala intención de que yo le sirviera de tapadera, como me dijo, y vuelvo entonces a pensar en mis hijos, Dios mío, y en los tiempos que han pasado con su padre.

¿Alguno de ellos llevará esos genes? ¿Será capaz uno de mis hijos de hacer sufrir, así, a otra mujer? Ay no puedo pensar en mirarlos con sospecha, dudar de su bondad. Y mi niña Dios mío, mi chiquita hermosa, mi pequeñita. La ausencia de su padre la va a destrozar. ¡Y cuando pueda entender, qué le digo; cómo la enseño a confiar!

Mi hijos deben estar pasando un infierno y yo aquí, tirada, sin lograr levantarme, sin atreverme siquiera a mirarlos a los ojos y pedirles que perdonen y amen a su padre tal como es.

Nunca he sido amante de las fiestas, menos de la bebida, sólo probaba una copa, porque me gustaba estar donde estaba él; Pero hoy por la mañana, cuando me quedé sola, buscando alguna evidencia que me confirmara esta terrible verdad, encontré la botella de vodka que mi marido guarda en el buró, y me la fui tomando a tragos, sin sentir.

Me quedé dormida y desperté con dolor de cabeza y vómito. Tengo una sed terrible, pero al menos pude dormir.
Ay cómo me sereno. En medio de mi desesperación entiendo que debo pensar en el futuro, sola con mis hijos, y en los cambios que necesito hacer.

Aunque no tenga fuerza, debo encontrarla para hablar con mis hijos y afrontar la situación. No puedo retrasar más ese trago amargo Debo apurarlo hoy.

***

Creo que vi otra botella al fondo del mueble, voy a tomar un trago. Uno solo y abro la puerta, lo necesito para darme valor,
*************

lunes, mayo 08, 2006

No puede ser verdad (Parte I de II)

Ay Madre Carolina:

Perdone mi desesperación. No puedo creer que lo que me sucede sea verdad. Necesito de su paz y la perturbo con mi dolor.

Sucedió algo terrible con mi marido, él se fue de la casa, y desde ese momento no he sabido de mí.

Lo único que quería era quedarme dormida y no volver a despertar. No me importa decírselo aunque se enoje conmigo, porque ni siquiera en Dios encuentro consuelo en este momento. No entiendo como pudo permitir que él me hiciera algo así.

Mis hijos Madre, mis pobres hijos, me esperan al otro lado de la puerta. Fabián el mayor está a cargo de ellos, escucho pasos amortiguados, pero no los oigo reír ni jugar. Tratan de ayudarme, cuando deben estar destrozados, pero no tengo fuerzas para pensar en ellos, lo único que quiero es no pensar.

Estaba tirada en la cama, cuando se me ocurrió que la única forma de encontrarle pies o cabeza a esto, era escribirle. Si imagino que no voy a enviar la carta, me atreveré a escribirle todo lo que sucede, porque me siento avergonzada, cómo si la culpable fuera yo.

No puedo imaginar como pude ser tan ciega o tan tonta para no percibir lo que sucedía. ¿Es que vivir veintidos años al lado de un hombre no es tiempo suficiente para conocerlo? Yo creí que él era un libro abierto, y ahora vengo a darme cuenta que no hay tonta mayor que yo.

Ay Madre cómo le digo esto: Mi marido se fue, pero no es otra mujer quien se lo lleva Madre, es un hombre, por Dios.

Lo escribo y no lo creo. Él me lo dijo y tampoco se lo creí. ¿Pero quién podría concebir algo así?

¡Cómo es posible una crueldad semejante! ¡Decirle a la mujer con la que engendró a sus hijos, con quien durmió veintidos años, que se va porque ama a un hombre , y quiere vivir con él!

Hubiera sido piadoso que me permitiera pensar que se enamoró de una mujer más joven. ¿No lo cree usted Madre? ¿Verdad que si?

Ay Madre, siento asco al pensar en la felicidad que tuve a su lado ¿Cómo pude confundir su delicadeza y su bondad, creyendo que era el mejor de los hombres? Cuándo ocultaba tras esas aparentes virtudes, su hipocresía y su maldad.

Porque no reprocho sus inclinaciones, no me erijo en juez para juzgarlas, sólo reclamo que me haya involucrado en esta farsa sin saber. Ay madre, no se si es asco o simplemente abominación lo que siento en esté momento por él.
¿A dónde se fugó mi amor, que me ha dejado vacía?
Tengo miedo de ver ahora, que alguno de mis hijos es como él. No podría permitir que otra mujer pase por este infierno que estoy viviendo yo.

*****

Gracias por leerme, tú das razón de ser a este blog